La provincia de Salerno es una de las más amplias de Italia y cuenta con una gran variedad de paisajes, como las aguas cristalinas de sus playas que hacen de fondo a antiguos pueblecitos del interior o los parques naturales que albergan, como cofres, importantes hallazgos arqueológicos y monumentos declarados Patrimonio de la Humanidad.
La fascinación de esta provincia ha embrujado a grandes actores, escritores y músicos del pasado, pero también del presente, ya que sigue cautivando a los visitantes procedentes de todo el mundo.
Cuando se habla de Salerno es imposible pasar por alto la famosa Costa amalfitana, con sus magníficas bellezas, como Amalfi, Positano y Ravello, entre las más destacables.
Pero existe un territorio menos conocido e igualmente atractivo que vale la pena descubrir: se trata del Cilento. Aquí la naturaleza aún intacta hace de marco a unas playas increíblemente bonitas, que reciben la bandera azul cada año, otorgada a muchas de las localidades cilentanas, pertenecientes al Parque Nacional del Cilento y Vallo de Diano.
Nuestro itinerario pasa necesariamente por Paestum, famosa por uno de los complejos arquitectónicos más sugestivos del lugar. Entre los tres templos dóricos que se han convertido en símbolo de la ciudad, el Templo de Neptuno es el más imponente y mejor conservado, que se remonta a mediados del siglo V a.C. y que, en contra de lo que el nombre puede suponer, parece que fue dedicado a Hera Argiva, diosa de la fecundidad y de la maternidad.
A menos de 10 kilómetros de Paestum surge la localidad marinera de Agropoli, uno de los destinos preferidos de los amantes de las vacaciones en la playa, pero que alberga también, para gozo de sus visitantes, inesperados tesoros artísticos, como el antiguo Castillo, al que se accede recorriendo los tortuosos callejones del casco antiguo. No podemos olvidar que el Cilento es la patria de la dieta mediterránea. En efecto, aquí, en 1941, Ancel Keys, asistente especial del Pentágono, fue el encargado de elaborar las raciones alimentarias para el combate; estudiando la alimentación cilentana, el científico descubrió una relación entre el consumo de alimentos locales, como el aceite de oliva y la menor incidencia de las enfermedades cardiovasculares. Desde entonces la dieta mediterránea es famosa en el mundo y se ha convertido en patrimonio inmaterial de la Humanidad.
¿Qué mejor ocasión, por tanto, para saborear los platos típicos de la dieta mediterránea precisamente en Agropoli, en uno de los pintorescos restaurantes a orillas del mar o en una de las casas rurales del interior?
Si está buscando tesoros de gran valor, le sugerimos una visita a la localidad de Valva, a solo 17 kilómetros de Agropoli; su fama está íntimamente relacionada con la famosa Villa d’Ayala, una verdadera y auténtica joya arquitectónica de la provincia de Salerno. Visitar el complejo de Villa d’Ayala significa sumergirse en una atmósfera de ensueño y dejarse conquistar por la armonía de las formas arquitectónicas, el esplendor de los jardines de estilo italiano y la calma irreal del “teatrino de verzura” (el “teatro de verzura” era un elemento típico de los jardines de estilo italiano y cuyo nombre deriva del hecho de que los bastidores y las escenografías eran completamente vegetales), y por la belleza física de las esculturas. Junto al majestuoso edificio, encontramos un espléndido parque, una impresionante torre Normanda y un castillo de finales del siglo XVIII.
Y para rendir homenaje a la capital de provincia de todas estas bellezas, aconsejamos una visita a la ciudad de Salerno, con el espléndido castillo Arechi, de época longobarda, el majestuoso Duomo (Catedral) y el tranquilo paseo marítimo donde, de noche, se refleja delicadamente la luz del castillo que parece suspendido en el vacío, gracias a un sugestivo efecto óptico.
Es difícil resistir a la tentación de adentrarse hasta la Costa Amalfitana, a poquísimos kilómetros de Salerno. Nosotros sugerimos, además de las localidades más famosas, una parada en Furore. El “pueblo pintado”, llamado así por los espléndidos murales que lo caracterizan, y que posee una belleza salvaje y sensual, acentuada por su posición a pico sobre el mar. Esta conformación lo ha llevado a convertirse, a menudo, en escenario de muchas historias de amor, como la vivida por Anna Magnani y Roberto Rossellini que aquí se amaron tanto y después se dejaron, conservando en el corazón el recuerdo entrañable de este lugar de cuentos de hadas.
¿Sabía que…?
El amor entre Rossellini y la Magnani se acabó cuando el director se enamoró de la espléndida Ingrid Bergman; la actriz le conquistó escribiéndole: “Estimado señor Rossellini, si necesita una actriz sueca que habla inglés muy bien, que no se ha olvidado del alemán, que casi no le entienden cuando habla en francés y que en italiano solo sabe decir 'te amo', solo tiene que llamarme y viajaré inmediatamente a Italia para trabajar con usted."
Desde aquel momento Magnani y Rossellini no pararon de discutir, como cuando aquella vez en Furore, la actriz, en un ataque de celos, le arrojó al director un plato de espaguetis con tomate en la cara.