Entre salinas y reservas naturales en la provincia de Trapani
Sicilia es, como diría el gran Homero, “la verde isla donde pasta el rebaño del sol”.
Sicilia es, como diría el gran Homero, “la verde isla donde pasta el rebaño del sol”.
Una definición que es cada vez más acertada a medida que nos vamos acercando a la provincia de Trapani, un territorio tan lleno de arte, historia y bellezas naturales y paisajísticas que unos pocos días no son suficientes para desvelar todas sus maravillas. Como la que acompaña el suave fluir de las emociones cuando se circula por la carretera que va desde la capital hasta la aldea de Xitta, a tres kilómetros de Trapani, por la carretera en dirección a Marsala. Este recorrido está lleno de molinos de viento muy sugestivos y antiguos, cuyas palas parecen mover el viento de la historia.
De gran efecto es también el tramo de costa que va desde Trapani hasta Marsala, a lo largo de las denominadas “vías de la sal”. En efecto, esta ruta está rodeada de salinas y de acumulaciones de sal que, desde lejos pueden verse gracias a su resplandeciente color blanco. Hoy en día, las salinas pertenecen a una reserva natural poblada por centenares de airones, grullas, flamencos y cigüeñas.
Una vez llegados a Marsala, la ciudad cuyo nombre está ligado indisolublemente al desembarco de Garibaldi, es difícil resistirse al fuerte atractivo de su patrimonio artístico: iglesias, cuevas, santuarios, ánforas, ruinas de barcos, necrópolis, etc. Todo ello es prueba de una tierra mágica, con un glorioso pasado, una perla en el corazón del Mediterráneo, conocido en todo el mundo por su noble vino licoroso.
A esta tierra le extiende sus brazos la espléndida Erice, compendio perfecto de arte, historia y naturaleza. Su casco antiguo de tipo medieval, se conserva casi intacto y en perfecta armonía con la naturaleza de su alrededor. Muy frondoso es el giardino del Balio (Jardín del Balio) en cuyo interior se encuentra el castello Pepoli (castillo Pepoli), que ahora se ha transformado en palacete. Erice cuenta con más de sesenta iglesias, como la de la Matrice, edificada en el siglo XIV, que conserva importantes obras de arte. En la Piazza Umberto I se encuentra el Museo Cordici con la famosa “testina de Afrodite” (cabeza de Afrodita), que se remonta al siglo V a.C. En Erice hay que hacer una parada en una de las famosas pastelerías para degustar lo mejor de la producción pastelera local.
A quien le guste el arte contemporáneo, no puede perderse, a poca distancia de Trapani, el Museo civico de arte contemporanea (Musueo Cívio de Arte Contemporáneo) que posee casi dos mil obras de grandes artistas como Guttuso y Burri.
Muy cerca de la capital surge otra pequeña localidad de la provincia de Trapani digna de mención: Buseto Palizzolo. La fascinación dl lugar se debe a la presencia de los “bagli”, unas antiguas construcciones situadas en una posición alzada sobre terrenos circunstantes que permiten el control de las tareas agrícolas. En Buseto se dice que tuvieron origen los busiati, una típica pasta hecha a mano, muy buena, condimentada con el pesto a la trapanesa hecho con aceite, tomate, ajo y albahaca.
Nuestro itinerario para descubrir las maravillas de Trapani se concluye en Castellammare del Golfo, en el interior del territorio cuya entrada da lugar a la Riserva Naturale dello Zingaro (Reserva Natural del Gitano) una zona incontaminada de playas, flora y fauna increíblemente bella. Corona la localidad el Castello (Castillo) de origen árabe que se remonta al siglo IX, que hoy en día alberga un interesante Polo Museale (Complejo de Museos) con hallazgos de arqueología subacuática y una “tonara” (almadraba).
Una provincia, la de Trapani, donde la naturaleza firma con su sello una bandeja de seducciones difíciles de olvidar, sobre todo, si se disfruta en el lugar considerado más adecuado para valorarlas: la casa rural.
Así será más fácil afirmar, como diría Goethe, que “Italia sin Sicilia, no deja en el espíritu ninguna imagen”.
¿Sabía que…?
El 24 de junio, día de San Juan, se solía celebrar en Trapani un rito muy curioso: se sumergía plomo fundido en un cuenco lleno de agua y se interpretaban las formas. Según la leyenda, si el plomo asumía la forma de un rostro humano, seguramente era el San Juan degollado, y no presagiaba nada bueno: se preveían desgracias y calamidades. Esta tradición dio origen a frases hechas típicas de la ciudad de Trapani, como la que se usa cuando uno quiere amenazar a alguien: “Te haré ver la cabeza de San Juan”.